Hoy he vuelto
aunque no sé si fui alguna vez;
recorro los caminos
que dormidos ya
dejaron mis abuelos.
Ya no hay nada,
apenas queda nada,
nada,
todo ya se fue;
es invierno
y la distancia
duele como un ayer entre las manos.
La tierra antigua me obliga,
también tantos adioses como heridas...
llora la campana,
grita en silencio
como grietas en el alma.
Hoy he vuelto,
atravieso el mar dorado,
los girasoles me buscan
avisándome del sol postrero.
Desde un pequeño huerto
me abraso de verano,
de horizonte,
de universo.
Recorro sus pasos,
lo sé de memoria
porque me habito en sus huesos,
en sus voces,
conozco ya la sangre
de todos sus caminos,
de todos sus sabores
de todos sus salarios,
de todas sus cruces,
de todos sus silencios.
Me llama,
me busca un rio,
la arboleda grita
desde donde están todos mis pájaros,
donde se quedaron mis alas,...
aquella infancia,
aquel tiempo
en el que ser feliz
dolía.
He vuelto,
ayer planté un árbol;
tú me miraste a los ojos,
cerca
y en silencio me dijiste
abrázame
aun no te has ido.
Cerrad los ojos,
oid,
solamente oid
la luz que nace
de la tierra.
Tú estabas allí,
la tarde era violeta
y me estabas esperando
pero yo tenía
solamente cuatro años,
mírame
con mis ojos en tu cara,,
mira, ahora,
estoy sobre un burro
y llevo pantalones cortos....
Las calles niñas
huelen a adobe
y a años por vivir.
Atravieso los nombres
como si fueran calles.
Mi bicicleta tiene caries,
también 15 alas como yo;
me nacen versos
y espigas entre las manos.
El aire de la tarde
me trae olor a familia
y a leche reciente,
a tarde sin siesta,
a calor de primos,de tíos
y de merienda.
Y tú estabas también
en el verano siguiente.
Esperandomé
y mi mientras
me había crecido ya el lugar
sobre mi cuerpo
y ahora soy tormenta
y Petricor,
la magia del arcoiris,
Eramos la noche inmensa
frente al balcón de la estrellas.
Ellos, ellas,
como arboles inmensos,
como la luna llena
ya me esperan.
Saben quién soy,
me conocen bien,
lo sé,
porque me siguen buscando
como semilla de vida
entre sus recuerdos.
Hubo un momento
en que todo estaba
en nuestras manos,
objetos
cultura,
odio,
amor,
locura,
todo ya conoce
el color,
el dolor,
la forma en que se dibujan
ya mis dedos.
Todo estaba cerca,
al alcance de un porqué
al abrazo de un suspiro.
Hubo un segundo
en que la luz
solo era luz
y la palabra sombra
pero el único latido
con tocarnos.
Ahora,
después de que todo es ya sabido,
que todo es ya amado
solamente, solo
nos queda saber
el significado de las nubes,
Solo me hablan,
yo quiera tocarles
porquo yo les oigo
desde el fondo de todos
los relojes.
Se esconden,
entre los sueños,
entre los surcos
de las bibliotecas,
entre los besos
que estallan
como los ayeres en el suelo.
Les oigo
y sé también que les llevo
entre las manos,
porque me sangran
cuando escribo,
desde las voces de todos los muertos.
Cómo le explico
a esta I.A.,
que me duelen,
que es necesario
buscarlos de vida
hasta en los últimos
de sus huesos.
Es inútil
nunca sabrán
del sabor de mis lágrimas.
Llegará el invierno...
y será el más el largo,
llegará el día
en que el tiempo
nos queme entre las manos;
en que la fotografía arda
como el papel de los sueños.
Llegará el invierno
entre los huecos que dejamos
huérfanos
se colará
por la ranura
que dejaron abierta
nuestros últimos milagros.
Nos buscará hasta encontrarnos
entre las sombras
de todos los miedos
y de todos los nombres.
Llegará el invierno
y nos congelará
desde el origen,
desde los ojos,
desde las manos,
desde el olvido.
Llegará,llegará
el invierno
y serán mis últimas
palabras.
En tus manos,
llevo la risa en tus manos
y también las palabras
como en cien latidos
con que romper
las fronteras.
En tus manos
la vida
que volando
se apresura.
En tus manos
nace el mundo,
mi voz,
los días de mierda,
y también el perfecto paraíso.
En mis manos
el ahora
y también todas las distancias
que aprendimos a fuerza
de adioses,
la hipocresía
de los escalafones,
las medallas,
la mala suerte perpetua,
la osadía de utilizar
mi voz entre los escombros.
Tu voz
que rebusca en los andamios
las únicas flores ya marchitas
sobre las fosas comunes.
En mis manos
el último contrato temporal,
las redes insanas,
el barullo febril
de cada escaque,
de cada segundo.
Cada paso
al límite
de un metro abarrotado
de horas cobardes,
de mentiras...
los transbordos eternos,
las escaleras mecánicas
rotas a nuestra medida.
Temor por que
se estropee el ascensor
y tengamos que subir andando
a nuestros sueños...
La escalera perdida,
el no saber como llegar
al por fin;
a que el puente siempre
me muestre la mentira.
Los libros prohibidos,
la censura de los bolsillos,
los ultras,los miedos,
la libertad
es un maniquí del “Corte Inglés”
en primavera.
La fealdad, la gordura,la flaqueza,
el bullying,las antítesis,
las capacidades universales
desahuciadas.
La palabra fiel de mi maestro,
la Plaza de la Mujeres de mi barrio,
la plaza de los cobardes
a los que les no le deja vivir
cien nombres de mujeres asesinadas,
fusiladas,
exiliadas,
miradlas,
extremas,
miradlas de frente y nunca
olvidéis sus apellidos
que desde lo más profundo
de la tierra nos gritan
ya sin miedo
todavía enamoradas.
Dejo elegir a mis ojos
lo que por necesidad e instinto
me aseguren
otra linea,
otro verso.
Buscarán
entonces la luz
que me nace
entre las manos.
Ellos como
un huerto amable
me entregarán la mañana
que despierta como un pan
reciente de luna.
Ellos siempre elegirán la vida,
el hilo azul
a cada tormenta.
Sabrán mis ojos
entonces
del barro y de la muralla,
del puñal y del olvido.
Entonces también
entenderán
que el mar ahora esté muerto
y que haya voces el fondo
y gritos como manos.
Con tan solo un pestañeo
sabrán de esta locura
innata.
De este miedo a perderlo todo
y sabrás entonces
que nada
ni siquiera estos versos
sean demasiado
importantes
sino son de escombros,
sino de olvidos,
sino de cunetas.
Si yo muriera
en el azul de lo que amo,
en el agua de tus ojos
o en el abril de tus palabras.
Si me encontraran
azul
en la mitad de la herida
intrinseca de mi carne.
Si supieraís
que el mar
me nace y me muere
entre las manos
y que mis versos
huelen a sal y a mil naufragios;
a azul de niño
y a vida nueva.
Imagina
que dejo elegir a mis pies
comenzar este poema,
mis pies alumbrados
por las calles
y los bordes
de las nadas y las distancias.
Miradlos
con el impulso
ciego de la herida
avanzar hasta el renglón
donde se aferra la vida.
Ahí siguen
después de tantas
fuerzas perdidas
de tanto vacío
y al final
solo silencio.
Ellas van,
siempre se van
huyendo con el botín
de los péndulos y los pasos,
con la mudanza
obligada del instante.
Mis pies
como rastrojos de alas
de pájaros que caen
desde todo lo perdido
y de no encontrar
la correcta herida
con que acabar mi poema.
